jueves, 3 de diciembre de 2015



¿DEL VOTO UTIL, AL VOTO TACTICO?

Está claro que las elecciones nacionales se caracterizan por estas horas, por la indefinición sobre lo que pasará finalmente el domingo: habrá o no segunda vuelta.
Claro está también que las encuestas estuvieron trabajando en estos días sobre un escenario que siempre relevó lo mismo: los que estaban decididos por un candidato, y los que no. Nunca cambiaron las proporciones, y por eso, desde hace varias semanas, los números no se mueven más allá del margen error estadístico tolerable.
En las últimas elecciones, en Delfos, venimos confirmando que existe entre un 18 y un 22 por ciento de la población que define su voto en las últimas 48 horas proporción que impacta definitivamente en los números finales.
Desde el punto de vista del perfil político se puede decir que no se trata de indecisos, sino de ciudadanos que tienen un diagnóstico político sobre la realidad, que no encuentran representación política entre los que se postulan, y llevan su decisión sobre el final.
Así se van decidiendo primero, los que tienen una identificación política e ideológica; después los que encuentran alguna conveniencia o simpatía entre los candidatos (voto útil), y finalmente, se puede consignar que existe un voto táctico con un fuerte carácter circunstancial, muy racional, que busca influir en el escenario electoral, ya no para obtener lo que le conviene, sino para evitar que pase lo que no quiere.
El 80 por ciento tiene menos de 50 años; pertenecen a la “clase media trabajadora” (Segmento C3D1); vienen de votar oficialismos y hoy están sumergidos en una profunda situación de descreimiento; se muestran pesimistas sobre el futuro, preocupados ante la situación actual, y sublevados ante todo lo que sea una decisión gubernamental.
Los sentimientos son de preocupación, incertidumbre y desconcierto. Combinan bronca con miedo cuando piensan en el futuro. Sienten estar a la deriva, desprotegidos, vulnerables, con la sensación de que se avecina una crisis económica que hoy se sugiere en los altos índices de inflación y bajos niveles laborales.
Decididamente opinan que el problema central a resolver es la inseguridad, y entienden que en lo político los partidos perdieron su rol de articuladores de grupos de interés, y están siendo reemplazados por protestas impulsadas por minorías militantes con las que tampoco se sienten identificados.
Creen que la salida debe transitar por el camino de la educación, el mejoramiento de la salud, la infraestructura y los servicios del país, y que el futuro gobierno debería sanar heridas y priorizar las coincidencias.
El dato sobresaliente, es que en las últimas elecciones de gobernador o intendente, la mitad de estos electores terminó eligiendo a candidatos del oficialismo, precisamente porque el temor a lo que puede venir, proyecta una posición conservadora en busca de certezas. Es poco lo que se tiene, es mucho lo que se arriesga.
Luis Dall’Aglio






Balotaje: ¿Elección ideológica o política?

Los esfuerzos que por estas horas hacen los candidatos al balotaje por diferenciarse no terminan de mostrar –al menos desde el discurso- el contraste que arroje nítidamente las diferencias de fondo o ideológicas.
La discusión pública por el lado del oficialismo, transita una campaña negativa que intenta arrancar del marketing riguroso y prolijo de Cambiemos, el pensamiento que evoque al Mauricio Macri cercano a las ideas del ’90; por el lado de la oposición, se pone énfasis en ratificar una y otra vez que no privatizará nada y que el cambio es de estilo y de forma de concebir el poder y la autoridad.
Esto es así porque estructuralmente la sociedad asumió como patrimonio ideológico muchos aspectos contrarios a los de la década del 90, que quedaron en el mal recuerdo popular. La recuperación de ferrocarriles, de YPF, de la Anses, la ratificación de un futuro económico autónomo, sin deudas esclavizantes, y un Estado presente, aunque no omnipotente, son rasgos generales del sistema de ideas que hoy caracteriza al mayoría silenciosa del electorado argentino.
Pero además, muchas de las políticas sociales impulsadas en este tiempo K, cuentan con una alta aceptación, incluso acá –en Córdoba- la meca de Cambiemos. Por ejemplo,  la reestatización de YPF cuenta con el apoyo del 45 por ciento; la eliminación de las AFJP, el 47%, la Asignación Universal por Hijo, el 67 y la Ley del Matrimonio Igualitario, el 59 por ciento.
Tal vez por esto, Daniel Scioli se propone como el protector de estas reivindicaciones, proponiendo un estilo político distinto, el propio, ese que será “más Scioli que nunca”, intentado tomar distancia sin palabras, de todas aquellas cosas que molestan a los argentinos, de la actual presidenta.
Y Macri intente parir “una nueva derecha” que –al decir de José Natanson (Le Monde Diplomatique), “tiene características particulares: en principio es democrática en un sentido procedimental: se presenta a elecciones, las gana, las pierde. No busca un golpe de Estado. Es una nueva derecha porque es posneoliberal: no promete privatizar todo (si después lo va a hacer o no, es otra historia)”.
En el fondo, ambos candidatos tienen que coincidir en los mismos aspectos que hacen a un pensamiento social en Argentina que parece, no es lo que está en juego.
Esto lleva a pensar que la hipótesis de comienzo del proceso electoral, aquella que planteaba una discusión entre un cambio de modelo o de estilo, finalmente, será la sociedad la que ponga claridad al respecto: un modelo que defienda lo nacional, con otro estilo político de gobierno.
En ese escenario ambos candidatos se presentarán en el debate del domingo buscando rasgos, actitudes, frases, silencios, modos, gestos, que los diferencie y sean suficiente para mantener o mejorar el caudal electoral.
Luis Dall’Aglio








En defensa de la política

Hace tiempo que existe en los medios de comunicación una clara línea de pensamiento respecto de que lo único que es noticia es lo que está mal. Por eso la óptica con que se mira la realidad es poniendo sobre relieve lo negativo de la sociedad aumentando el malestar que ya de por sí genera la vida diaria en cualquier ciudad del país.
Y esta actitud se confunde con ser críticos, con ser exigentes con el funcionamiento de lo público. Pero ser crítico es precisamente, usar el criterio para analizar una realidad que puede tener cosas buena y malas.
De por sí, muchos de los políticos actuales hacen mérito para desprestigiar precisamente a la política. Por no todo está mal, y el riesgo es precisamente caer en un proceso de desprestigio y descreimiento sistemático y total respecto de la política, que deje como conclusión que las futuras generaciones que conocen la historia oscura de la Argentina por el relato, crean que el problema de la Democracia es precisamente la política. Justo lo que tanto se reclamó y por lo que tanto se peleo, recuperar la vida política en la Argentina.
El insumo principal de la Democracia es la política; su desprestigio, aumentar el descreimiento en ella, no hace otra cosa que llevarnos a posiciones radicalizadas que dejen como alternativas dos opciones: o la anarquía o el autoritarismo.
  



“Un mundo de sensaciones”
Con el balotaje a la vista y los candidatos desplegando sus estrategias, lo cierto es que la tercera etapa electoral que se abre en la Argentina se plantea en “un mundo de sensaciones” políticas que deberán ir girando hacia la conformación de un clima o corriente de opinión, para finalmente convertirse en conductas o acciones (voto).
Hoy la sensación es que quien ganó perdió, y quien perdió ganó.
Este punto de partida “lleno de sensaciones” no siempre termina configurando una conducta final.
De hecho, los momentos pos Paso favorecían claramente a Daniel Scioli. El punto y medio que había quedado de brecha para llegar a los 40 puntos, y la distancia que separaba a Mauricio Macri de los 30 puntos y de evitar la diferencia de 10 para forzar el balotaje, hacían pensar en un desenlace el 25 de octubre.
Eso no ocurrió. Actos, conductas, gestos, modificaron las sensaciones. Las propuestas no tuvieron cabida, no gravitaron, ni siquiera el anuncio de modificar el piso de ganancias. Está claro que esta primera vuelta cerró inmersa en “un mondo de sensaciones”, haciendo prevalecer las emociones por encima de cualquier valoración racional.
Esto hace suponer que esta etapa que se abre de cara al 22 de noviembre, también será emocional, y quien gane las elecciones será el que logren instalar un clima de sensaciones sobre la base de conductas, gestos y decisiones.
En este sentido, mucho tendrá que ver el desarrollo del proceso electoral, sus candidatos, y fundamentalmente, un actor central que es el gobierno nacional. En definitiva lo que se evalúa es un modelo, un estilo político y una gestión de gobierno que hoy tiene un candidato con todas sus virtudes y deficiencias, pero claramente, con sus límites y techos electorales.
Por eso, entender la naturaleza de los momentos electorales que vive la sociedad será también fundamental. Muchas evaluaciones se podrán hacer respecto de los perfiles demográficos, políticos, ideológicos de los casi siete millones de votos que quedaron sin dueño en este balotaje; se ensayarán números y seguramente estarán también en evaluación propuestas para impactar.
Pero probablemente, eso no sea suficiente. Macri tiene un discurso alineado a las sensaciones que quedaron flotando después de las elecciones. Pero Scioli tiene al gobierno nacional que con conductas, decisiones, y medidas puede generar sensaciones de cambio. Por ejemplo, hacer efectiva la propuesta de modificar el piso de ganancias, o alguna otra cuestión, criticada desde la oposición.
El problema es si Cristina Fernández estará dispuesta a sumarse a la campaña, ya no con cadenas nacionales, sino con decisiones que en muchos casos, pueden poner en crisis la coherencia de su relato.