sábado, 12 de julio de 2014





Si San Martín viviera, 
también cantaría 
"Brasil decime qué se siente"

Granaderos machando al son de "Brasil decime qué se siente..." deja emociones raras. Ese ejército que unía fronteras, liberaba naciones, y testimoniaba el nacimiento de una Patria unida detrás de valores expresados en la figura del General San Martín, ahora recorre calles coloniales de Tucumán, promoviendo nuevas "batallas", las de ahora, las que sirven para unirnos más allá de las pasiones individuales.
"Brasil decime qué se siente... " es el grito de guerra que nos lleva a distintos estadios pugnando por mostrar que podemos estar orgullos de nosotros en el panorama de naciones que participaron del mundial. Es un nuevo momento, las marchas militares, ahora son futboleras.  





Una mirada política de los linchamientos

Quien crea que los denominados “linchamientos” son un conjunto de comportamientos coincidentes en varias ciudades del país por un contexto puntual que vive la Argentina, pueden estar sumando a la confusión y ocultando involuntariamente el verdadero fenómeno de lo que está ocurriendo en términos de expresión popular.
Del mismo modo que aún se escriben largos tratados sobre las manifestaciones del 2001 que espontáneamente salieron a la calle y provocaron la caída del gobierno nacional de turno pariendo una cultura política diferente; así como también regueros de tintas buscaron encuadrar sociológica y políticamente a los cacerolazos, sin terminar de comprender las reglas que gobiernan a esas decisiones colectivas; o los intentos por entender a los saqueos a supermercados de fines del año pasado, hoy los linchamientos dan vuelta por miles de análisis con distintas interpretaciones.
Para entender los sucesos es importante estudiar las reglas que los gobiernan, lugar donde existen muchas de las explicaciones de lo que nos ocurre como comunidad.
Actualmente, la sociedad experimenta un combo de emociones en el que confluyen la incertidumbre, las preocupaciones, el miedo a salir a la calle y el temor porque vuelvan problemas económicos de otros tiempos (hiperinflación, recesión, pérdida de empleo).
Esto ocurre en un contexto donde los partidos políticos perdieron su capacidad, primero de referenciar en valores e idearios a la población, y segundo, de articular a organizaciones sociales para conducirlas en un proceso político determinado.
La fragmentación política que quedó expuesta en las últimas elecciones de octubre es prueba de ello. Las fuerzas tradicionales no pudieron reunir juntas el caudal histórico de cada una de ellas, y a su vez aparecieron alternativas contestatarias o desprendidas totalmente de la política, como formas de expresión electoral.
Frente a eso, la sociedad hace tiempo que no se siente representada tampoco por organizaciones profesionales o gremiales y ha decidido avanzar no solo en reclamar públicamente por sus derechos, sino también en interferir sobre decisiones de gobierno que los afecte.
A nadie resultar extraño que tenemos una sociedad sublevada, que corta calles, que promueve alternativas y que pone en jaque seriamente y en más de una oportunidad, al concepto de autoridad de los actuales gobiernos y fuerzas de seguridad.
Todo esto ocurre en un ámbito donde las redes sociales lentamente están proponiéndose como el nuevo ámbito de expresión en donde abrevan los medios tradicionales para informarse y hacer el seguimiento de los sucesos. Pero donde claramente son sólo invitados.
Es un gran foro de difusión donde todo vale, nadie regula y las difamaciones y provocaciones conviven en un mar de resentimientos, enojos, broncas y vanidades. La disponibilidad y la velocidad con que fluye la información le impone a los gobiernos, otros tiempos, más inmediatos.
De este modo, los procesos de información y toma de conciencia de la realidad propia y esta “sublevación” y beligerancia que muestra nuestra sociedad pone a consideración un degradé de comportamientos que va desde el corte de calles para oponerse a decisiones oficiales, hasta resolver sus problemas más allá del tiempo de la Justicia y el Estado: los linchamientos.
Es importante no quedarse sólo en el análisis sociológico o las implicancias legales de estas situaciones. Sino que también se impone observarlos como parte de un comportamiento político que ya tuvo su expresión electoral en octubre, fragmentando el escenario político; su reacción contra la situación económica en diciembre provocando un quiebre social, y ahora exponiéndose para resolver sus problemas por propios medios.
Claramente el comportamiento político modificó su paradigma: esto ya no se resuelve entre parámetros como peronistas o radicales; conservadores o progresistas o izquierdas y derechas. Definitivamente, el factor central en la estructuración de los escenarios políticos es un pueblo que no sólo decidió exponer y reclamar sus derechos, sino que además está dispuesto a protagonizar muchas de las soluciones a sus problemas.
El desafío es gobernar ese protagonismo que no está dispuesto a hacer concesiones.

Luis Dall’Aglio

Director del Delfos