¿DEL VOTO UTIL, AL
VOTO TACTICO?
Está claro que las elecciones
nacionales se caracterizan por estas horas, por la indefinición sobre lo que
pasará finalmente el domingo: habrá o no segunda vuelta.
Claro está también que las
encuestas estuvieron trabajando en estos días sobre un escenario que siempre
relevó lo mismo: los que estaban decididos por un candidato, y los que no.
Nunca cambiaron las proporciones, y por eso, desde hace varias semanas, los
números no se mueven más allá del margen error estadístico tolerable.
En las últimas elecciones, en
Delfos, venimos confirmando que existe entre un 18 y un 22 por ciento de la
población que define su voto en las últimas 48 horas proporción que impacta
definitivamente en los números finales.
Desde el punto de vista del
perfil político se puede decir que no se trata de indecisos, sino de ciudadanos
que tienen un diagnóstico político sobre la realidad, que no encuentran
representación política entre los que se postulan, y llevan su decisión sobre
el final.
Así se van decidiendo primero,
los que tienen una identificación política e ideológica; después los que
encuentran alguna conveniencia o simpatía entre los candidatos (voto útil), y
finalmente, se puede consignar que existe un voto táctico con un fuerte carácter
circunstancial, muy racional, que busca influir en el escenario electoral, ya
no para obtener lo que le conviene, sino para evitar que pase lo que no quiere.
El 80 por ciento tiene menos de
50 años; pertenecen a la “clase media trabajadora” (Segmento C3D1); vienen de
votar oficialismos y hoy están sumergidos en una profunda situación de
descreimiento; se muestran pesimistas sobre el futuro, preocupados ante la
situación actual, y sublevados ante todo lo que sea una decisión gubernamental.
Los sentimientos son de
preocupación, incertidumbre y desconcierto. Combinan bronca con miedo cuando
piensan en el futuro. Sienten estar a la deriva, desprotegidos, vulnerables,
con la sensación de que se avecina una crisis económica que hoy se sugiere en
los altos índices de inflación y bajos niveles laborales.
Decididamente opinan que el
problema central a resolver es la inseguridad, y entienden que en lo político
los partidos perdieron su rol de articuladores de grupos de interés, y están
siendo reemplazados por protestas impulsadas por minorías militantes con las
que tampoco se sienten identificados.
Creen que la salida debe
transitar por el camino de la educación, el mejoramiento de la salud, la
infraestructura y los servicios del país, y que el futuro gobierno debería
sanar heridas y priorizar las coincidencias.
El dato sobresaliente, es que en
las últimas elecciones de gobernador o intendente, la mitad de estos electores
terminó eligiendo a candidatos del oficialismo, precisamente porque el temor a
lo que puede venir, proyecta una posición conservadora en busca de certezas. Es
poco lo que se tiene, es mucho lo que se arriesga.
Luis Dall’Aglio